En México, la memoria histórica y la congruencia parecen ser mercancías en extinción, y dos personajes recientes lo confirman con creces: Enrique Krauze y Anabell Ávalos Zempoalteca.
El primero, un historiador que alguna vez gozó de prestigio, hoy confirma estar dispuesto a vender su pluma al mejor postor; la segunda, una senadora priista que, en su afán de señalar a Morena, olvida el lodazal de su propio partido. Ambos, en un despliegue de cinismo, nos recuerdan que en política y en la academia, el descaro es el nuevo rey.
Empecemos con Krauze, quien, en un arranque de delirio o servilismo, tuvo el descaro de coronar a Ernesto Zedillo como “el más congruente de los jóvenes sobrevivientes de Tlatelolco y el movimiento estudiantil”. Sí, leyó bien. El hombre que vendió los ferrocarriles mexicanos a una empresa extranjera —para luego irse a trabajar con ella al terminar su presidencia— ahora es, según Krauze, el estandarte de la lucha estudiantil del 68.
¿En qué momento el historiador perdió la brújula? Zedillo, miembro de la moderada Agrupación Emiliano Zapata, jamás fue un líder prominente del movimiento. Ese título pertenece a los estudiantes y profesores que enfrentaron al régimen, no a un tecnócrata que escaló al poder a punta de cálculo y oportunismo. Krauze, con esta afirmación, no solo reescribe la historia: la escupe.
Pero si de incongruencias hablamos, la senadora tlaxcalteca Anabell Ávalos se lleva las palmas. Con una desfachatez que raya en lo caricaturesco, salió a despotricar contra Morena y a añorar los “gloriosos” días del PRI. ¿Qué tal el descaro? Horas después de su show, el diario 24 Horas reveló que el PRI, bajo la dirigencia de Alejandro Moreno Cárdenas, gastó 21 millones de pesos en taxis aéreos de la empresa Comercializadora Laredo.
Sí, 11.6 millones en un solo contrato firmado en marzo de 2025, más otros 10 millones en arreglos similares hace dos años. ¿Las cláusulas? Un desfile de vaguedades: aeronaves “disponibles según existencias”, costos extra por impuestos y servicios, y un etcétera que huele a cheque en blanco.
Y eso es solo la punta del iceberg. La Plataforma Nacional de Transparencia destapó más joyas del PRI en el primer trimestre de 2025: 1.8 millones a Galdina Lagos Mérida para “producción de eventos”, 7.7 millones por “asesorías” a Especialistas en Multimedia, y 20.8 millones en una campaña publicitaria que, según lo visto, no sirvió ni para lavar la cara del partido.
Pero el colmo llegó con la detención de Walter Javier Olivera Valladares, excoordinador de comunicación social en Yucatán, acusado de desviar 16 millones destinados a publicidad para el gobierno de Moreno Cárdenas. ¿Y así nuestra paisana Ávalos tiene el valor de señalar a Morena como “los peores”?
Mientras la senadora se llenaba la boca hablando de decencia, olvidó mencionar su complicidad con el sindicato Siete de Mayo, al que exprimió sin pudor cuando le convenía. Durante los gobiernos de Mariano González Zarur y Marco Antonio Mena, Ávalos no tuvo reparos en aliarse con ese gremio para apuntalar su carrera.
Ahora que el “S7” no le sirve, lo patea. Y cuando Edgar Tlapale entregó el sindicalismo al priismo, ¿dónde estaba la “decencia” que hoy invoca?. No fue el ex líder sindical su consentido cuando fungió como presidenta municipal de la capital ¿o en aquel momento el gremio de burócratas era distinto al de ahora?
En su afán de reflector, Ávalos no solo traiciona la memoria de sus propios aliados: también se olvida de la sororidad que tanto presume. Si alguien debería entender las dificultades de una mujer en el poder, es otra mujer. Pero aquí no hay empatía, solo carroña y un hígado que le gana a cualquier señal de seriedad.
Exigir la renuncia de la hermana de un presunto delincuente (como lo es Daniel Erazo), por el simple hecho de ser familiar, es tan absurda como pedirle a cualquier otro funcionario que se aleje de su cargo por que cualquiera de sus consanguíneos ha elegido el camino incorrecto. Incluso si las autoridades determinan vincularlo, solicitar su dimisión al cargo sería violatorio de las garantías de una mujer -Karina Erazo- que es madre de familia, igual que la senadora y que ganó ese espacio por el voto de sus agremiados, algo muy parecido al voto popular que decidió postular y votar por la actual senadora.
Su crítica a Morena no es un posicionamiento valiente; es un berrinche de quien extraña los reflectores y no sabe ganárselos con propuestas. Pegarle al sindicato que la acompañó en su pasado reciente es estrategia, pero incluso en la guerra hay codigos y cuando esos no se respetan el respeto se merma.
Krauze y Ávalos son dos caras de la misma moneda: la del oportunismo que se disfraza de autoridad moral. Uno reescribe la historia para adular a un expresidente que nunca fue lo que dice; la otra señala al adversario mientras su partido se ahoga en escándalos de corrupción.
Ambos nos recuerdan que, en México, el cinismo no tiene límites. Y mientras ellos juegan a disfrazarse, nosotros seguimos esperando que alguien, alguna vez, recupere la brújula o al menos la memoria.
