No existe manifestación de amor más precisa que la escrita por el gran Enrique Urquijo: «Hoy he soñado en otra vida, en otro mundo, pero a tú lado». Aquella canción de Los Secretos, contiene todo lo preciso para mi madre, hoy, 10 de mayo y todos los días comunes y corrientes de mi vida: porque, imaginaría una estancia placentera en todos los escenarios punitivos de cualquier deidad —purgatorio, reencarnación, infiernos de Dante, por ejemplo— con tal de saber la promesa de salvación y volver a vivir una vida terrenal al lado de mi madre.
Por ella me obsesionan los perfumes. Por ella me tranquiliza el sonido que produce regar plantas. Por ella me gusta Julio Iglesias. Y Raphael. Y Camilo Sesto. Y Air Suppy. I Just Called to Say I Love You. Por ella tengo una banda sonora en mi vida. Por ella conozco la felicidad y el miedo a la ausencia. Por ella y sus ojos sé lo que es la bondad; por su risa, lo que es la serenidad.
Por ella (rescatándome de la primaria para ver partidos de Champions) mi segunda religión es el Real Madrid (aunque ella no tenga ni idea de fútbol). Por ella voy a misa casi todos los domingos (y por desayunar con ella después). Por ella entendí con certeza el principio teologal mariano. Por ella y su constante comprarme libros desde niño, me gusta leer.
Por ella me gusta el café. Y la sobremesa como método de vida. Por ella canto como desesperado en el coche. Por ella corro el kilómetro 41 de los maratones. Por estar con ella un sábado por la tarde, me gusta el cine. Por ella me veo todo lo de Clint Eastwood. Y lo de Ryan Gosling (que también le gusta tanto). Por dedicarle un libro en la solapa, escribo. Por ella sé lo que es que alguien de todo por ti. Por ella intento perdonar y pedir perdón. Por ella me gusta la vida. Por ella quiero tener hijos. Por ella me gusta el mar. Por ella cocino. Por ella me gustan las chicas guapas. Por ella mi hermano. Por ella conozco el amor. Por ella —y absolutamente nada más por ella—, todo.
Hay una foto de nosotros resumiéndolo. Estamos no sé dónde (creo que en una boda en Aguascalientes) y parezco un niño enojado o emberrinchado —pero cogido de su mano con firmeza—. Y ella solo me ve. Es guapísima. Y siempre así. Yo encaprichado y dando tumbos por la vida, y ella, solo viéndome con infinito amor; permitiéndome equivocarme, sentir por mí mismo, vivir sin intervención directa alguna: con confianza absoluta en mí y en mi búsqueda personal y encuentro. Así como hace Dios con nosotros.
Feliz día de las madres.
