A pocos días de que el Tianguis Turístico 2025 despliegue su esplendor en Rosarito, Baja California, Tlaxcala parece atrapada en un letargo que raya en lo absurdo.
Mientras el país se prepara para un evento binacional que proyectará a México como un titán turístico, en este pequeño estado, rico en cultura y tradiciones, el turismo es más un sueño incumplido que una realidad palpable. ¿La razón? Una mezcla tóxica de apatía municipal, burocracia estéril y un secretario de Turismo, Fabricio Mena Rodriguez, que parece más cómodo posponiendo tareas que liderando un cambio.
La Ley de Turismo estatal, publicada con bombo y platillo en 2022, es clara: los municipios deben formar consejos consultivos para detonar estrategias que aprovechen los atractivos culturales, arqueológicos, gastronómicos y naturales de Tlaxcala.
Tres pueblos mágicos, un barrio mágico y un mosaico de tradiciones deberían ser el motor de una industria vibrante. Pero, a casi ocho meses de las actuales administraciones, 59 de los 60 ayuntamientos han decidido ignorar la ley.
El único que ha dado un paso, Ixtenco, lo hizo a regañadientes, empujado por el Congreso estatal, no por la genialidad de su presidenta municipal, Aline Lazo.
Y luego está Fabricio Mena, el artífice de la ley cuando era diputado y presidente de esa Comisión, ahora convertido en un secretario que promete “gestionar” los consejos… pero en el próximo trimestre.
¿En serio, Fabricio? ¿Tres meses más de espera para cumplir una ley que tú mismo impulsaste? Esto no es solo negligencia; es una burla a los tlaxcaltecas que ven cómo su estado languidece en el panorama turístico nacional.
Mientras tanto, el contraste con el escenario nacional es brutal. El Tianguis Turístico, que arrancará el 28 de abril, no solo pondrá a Rosarito en el mapa, sino que activará a Tijuana, Ensenada y el Valle de Guadalupe, con una derrama económica que Tlaxcala solo puede imaginar.
México presume un evento que, desde sus orígenes en 1975, ha sabido reinventarse, rotando sedes y atrayendo mercados internacionales. Este año, con un enfoque binacional, el país fortalecerá lazos con Estados Unidos, su principal cliente turístico. ¿Y Tlaxcala? Sigue sin siquiera sentar las bases para competir.
No es que falten recursos o atractivos. Ixtenco, Tlaxco, Huamantla, Val’Quirico y las zonas arqueológicas podrían ser imanes para visitantes. Pero sin consejos consultivos, sin estrategias locales, sin un liderazgo que empuje, Tlaxcala se queda en la inercia.
La presencia de una tlaxcalteca, Josefina Rodríguez Zamora, como secretaria de Turismo federal, parece no haber sacudido a su estado natal, todo porque el ego es más importante que el desarrollo de una entidad y de un sector. O quizá porque la oriunda de Atlangatepec dejó la estafeta muy alta y es difícil superar lo que ella hizo con poco apoyo y limitados recursos.
La ironía es que Tlaxcala no necesita reinventar la rueda. El manual está ahí: formar los consejos, involucrar a los sectores privado y social, diseñar políticas y promover sin descanso.
Baja California lo está haciendo. Yucatán y Chiapas lo han hecho. Pero los líderes de Tlaxcala parecen conformes con dejar que los tesoros de su estado acumulen polvo mientras otros se roban el reflector.
Así que, mientras el Tianguis Turístico deslumbra en Rosarito, dediquemos un pensamiento a Tlaxcala: un estado con todo para brillar, pero sin la voluntad de actuar.
Si Fabricio Mena y los 59 ayuntamientos dormidos no despiertan pronto, Tlaxcala no solo será una nota al pie en la historia del turismo mexicano, sino una advertencia de lo que pasa cuando la oportunidad toca la puerta y nadie responde.
