Lo que sucede en la delegación del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales del Estado (ISSSTE) de Tlaxcala con la atención a personas con enfermedad renal que requieren del servicio de hemodiálisis es preocupante, debido a que la salud de cientos de tlaxcaltecas es lo que está en juego.
La historia se repite, los pacientes y sus familias deben soportar además del desgaste de padecer una enfermedad crónica, las deficiencias en el servicio, la burocracia, el trato insensible y poca empatía del personal médico.
El grupo de derechohabientes denunció que las 10 máquinas de hemodiálisis con las que cuenta el hospital, además de ser insuficientes presentan fallas casi cada ocho días, lo que afecta su tratamiento y deteriora su salud.
Además, expusieron que de manera recurrente se realizan adecuaciones y remodelaciones en el área de hemodiálisis donde reciben el servicio, lo que representa un riesgo para la salud de los enfermos.
Hay que recordar que,en 2019 por lo menos siete pacientes que recibían hemodiálisis en el ISSSTE murieron luego de que se detectó la presencia de una bacteria en las máquinas que se utilizaban para atender a los enfermos renales.
La negligencia por falta de limpieza y mantenimiento en las máquinas, sumado al poco cuidado en los procesos, fue la causa que enlutó a familias tlaxcaltecas.
Los propios pacientes y sus familias saben que la responsable del área de hemodiálisis, conocida como “la Jefa Carmen” tiene mucho que ver en las fallas que se presentan en el servicio que reciben.
La trabajadora del ISSSTE lleva 17 años como encargada del área, tiempo en que el lejos de contribuir a mejorar la atención de los pacientes ha creado un coto de poder a costa de la salud de tlaxcaltecas.
Los enfermos que alzan la voz para denunciar las omisiones de los directivos del Instituto exigen, legítimamente, un cambio de la persona encargada de vigilar que el servicio de hemodiálisis se brinde correctamente.
Al final la responsabilidad no es menor ya que de un correcto tratamiento de calidad y oportuno depende la calidad de vida de cientos de tlaxcaltecas.
Es necesario que al frente de un área tan sensible se coloque a un funcionario con la preparación suficiente para atender las necesidades de los enfermos, quienes piden que sea un perfil con la especialidad en nefrología, cosa que la Jefa Carmen no cumple.
A todas estas deficiencias, hay que sumarle la insensibilidad del personal médico y administrativo del ISSSTE, quienes no priorizan la atención de enfermos graves o con mayores necesidades para atenderlos.
Existen denuncias de que por fallas en las máquinas a muchos pacientes se les cancelan sus citas y reprograman en otros horarios sin tomar en cuenta las repercusiones en la salud de los enfermos ni los gastos que representa para las familias.
El desorden administrativo y la falta de una estrategia eficiente en la atención de los enfermos y sus familias son omisiones graves por parte del ISSSTE porque merma la salud de quienes padecen insuficiencia renal crónica.
El grupo de pacientes ha entregado oficios y escritos al director general, Martín Córdoba Ortega, de igual manera han acudido a la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) y al Congreso del Estado, pero hasta la fecha no han encontrado respuesta.
Lo condenable es que autoridades del sector de todos los niveles y órdenes de gobierno reconocen el grave que representa la enfermedad renal crónica en el estado, que se ha convertido en la tercera causa de muerte entre los tlaxcaltecas.
Saben que la incidencia en niños y adolescentes es alta, que el número de casos en este grupo poblacional en los últimos años ha crecido de manera importante.
Empero hasta este momento ninguna autoridad ha mostrado voluntad política, ni interés por atender de fondo la problemática, se debe replantear la manera en que se enfrenta este grave fenómeno de salud pública.
Garantizar una atención digna en el sector público a pacientes es lo menos que están obligados a hacer las autoridades. Establecer campañas para prevenir cualquier contingencia a todos los enfermos debe ser su prioridad.
Si mantienen esta actitud indolente ante los pacientes y sus familias, en unos años, no habrá sistema de salud que soporte el impacto de la incidencia de la enfermedad renal que en este momento registra Tlaxcala y que va en aumento.
Decirle a los familiares de los pacientes, “no hay nada que hacer, llévelo a morir a su casa” o “llévelo a una clínica particular si no le gusta la atención”, son pretextos y argumentos que describen la calidad humana de personas que, por la naturaleza de su trabajo, deberían ser más flexibles y sensibles.
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