Los casos de bullying que han conmocionado al país por sus mortales consecuencias, también se hacen presentes en Tlaxcala, pero parece que al secretario de educación el único bullying que le incomoda es el que sus compañeros le hacen.
El viernes, en el CETIS 132 de la localidad de Ixcotla, en Chiautempan, se registró un caso más de violencia escolar en contra de un joven que fue golpeado y pateado hasta quedar inconsciente por alumnos de este subsistema.
Las imágenes de violencia entre jóvenes estudiantes reflejan que las estrategias para prevenir el bullying no han logrado permear, de manera positiva, en el comportamiento estudiantil y han escalado en gravedad y apatía por parte de estudiantes, autoridades y ciudadanos.
Otro caso en Tlaxcala, se dio unos días antes en la Secundaria Técnica no. 2 “Camaxtli”, en Apizaco, donde un estudiante de segundo año fue agredido verbalmente y golpeado por su abusador al interior de un salón del plantel.
La complicidad se hizo presente entre las autoridades escolares y el agresor, quien fue protegido por la institución, mientras que la víctima no recibió ningún apoyo; esto evidenció el incumplimiento de los protocolos para atender este tipo de situaciones y el poco interés por un tema que ha conmocionado a la sociedad mexicana, en los últimos días.
Los dos recientes casos de Tlaxcala de bullying no merecieron la atención y mucho menos respuesta por parte de la Secretaría de Educación Pública del Estado (SEPE). No hubo el mínimo interés por dar seguimiento y acompañamiento a las víctimas. ¿Qué esperan para ello?
El titular de la SEPE, Homero Meneses Hernández prefirió acudir a un evento protocolario en la sede de la sección 31 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para inaugurar los trabajos del “foro para la nueva escuela mexicana”, en lugar de pronunciarse ante estos sucesos que parecen ir en aumento y frecuencia.
Mientras la madre del alumno golpeado en la Secundaria Técnica No.2 de Apizaco exige justicia para su hijo, el responsable de la política educativa participa en eventos que no representan beneficio alguno para los alumnos y comunidad educativa.
A nivel nacional, el caso de Norma Lizbeth, estudiante de secundaria del municipio mexiquense de Teotihuacán, que terminó asesinada a manos de su bulleadora, otra joven alumna de su misma escuela, mostró el rostro más cruel del bullying escolar al que hemos llegado.
El lamentable hecho evidenció, además, que el fenómeno lejos de prevenirse y atenderse como tanto se pregona, peligrosamente se extiende por instituciones educativas de todo el país. Ahí están los ejemplos de las escuelas públicas de Tlaxcala y las miradas omisas de las autoridades y la sociedad.
La constante, al menos en los casos de Teotihuacán y Chiautempan fue que las agresiones quedaron registradas en videos que grabaron sus compañeros y que luego se viralizaron en las redes sociales.
Las víctimas ya habían manifestado los abusos que padecían en su escuela, algo que maestros y directivos ignoraron, lo que derivó en las agresiones físicas y en el caso de Norma Lizbeth, en su asesinato.
Los materiales muestran además de un grado de violencia extrema, la insensibilidad de los estudiantes quienes en ningún momento intervienen para detener la agresión, al contrario, animan al abusador a continuar la golpiza y continúan grabando.
A pesar de todos estos antecedentes que deberían servir de experiencia y representar para la autoridad educativa del estado una advertencia del grado al que puede escalar la violencia escolar, Homero Meneses no se inmuta.
¿Qué están esperando en la SEPE-USET para dar seguimiento a los casos que se suscitaron en Tlaxcala?, ¿acaso piensan solo actuar hasta que, lamentablemente, suceda una tragedia como en el Estado de México?
Y lo más importante: ¿Qué están haciendo para prevenir este tipo de situaciones en las escuelas?
¿Es necesario que se registren casos extremos para que el secretario de Educación reaccione?
El no emitir declaraciones, apostar a que se olviden y no trasciendan mediáticamente no es la mejor estrategia.
Se debe atender el problema de fondo y, evidentemente, replantear las acciones que hasta el momento no han dado resultados positivos, sino que por el contrario parecen rebasadas y obsoletas.
Basta ver los videos de agresiones en escuelas de Tlaxcala para entender que las pláticas de sensibilización y la firma de convenios que tanto difunden en sus comunicados oficiales no han servido de nada.
El fenómeno del bullying no se combate con demagogia, exige acciones específicas que influyan en el cambio de actitud de los estudiantes a partir del respeto y empatía a la otra persona y acciones interinstitucionales que atiendan a víctimas y agresores.
Pero para que esto ocurra en Tlaxcala, parece que debemos ser testigos de casos extremos para que la autoridad, entonces, reconozca el problema y en consecuencia lo atienda. Esperemos que no sea demasiado tarde.
Contáctame en [email protected] y también en [email protected]