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MARTÍN RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ/INNOMBRABLE
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Innombrable

Teuchitlán vs Ayotzinapa

Gerardo Fernández Noroña, hoy presidente del Senado y figura prominente de la autodenominada Cuarta Transformación (4T), ha vuelto a mostrar su habilidad para navegar entre dos aguas, dependiendo de quién esté en el poder. Pese a su historial no salió bien librado.

Sus recientes declaraciones sobre los campos de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, contrastan de manera flagrante con el tono incendiario que solía emplear cuando las tragedias nacionales podían achacarse a sus adversarios políticos.

Ayotzinapa y Teuchitlán son los espejos perfectos de esta hipocresía: de acusar “crimen de Estado” a refugiarse en “presunciones” y culpar a una supuesta “campañita de la derecha”. Así respondió el otrora vocero del PRD.

Tras el escándalo sucedido en la tierra gobernada por Movimiento Ciudadano (MC) en la época de Enrique Alfaro, hoy avecindado en España, Fernández Noroña salió a la palestra para minimizar el escándalo de Teuchitlán, donde se hallaron zapatos que podrían pertenecer a personas desaparecidas.

Según él, hablar de esto es un “golpeteo mediático” orquestado por “la derecha” y los medios de comunicación. Para el senador, la responsabilidad recae en los gobiernos municipales y estatales, y no hay que apresurarse a conclusiones, pues “se trata de presunciones” mientras la investigación sigue abierta.

Una postura prudente, casi burocrática, que choca frontalmente con el Noroña de antaño, aquel que no dudaba en señalar culpables desde el más alto nivel.

¿Qué le pasó al Combativo y analítico hombre que hace unos meses entregó libros en los portales de Tlaxcala, cuando andaba en busca de una mejor posición en las encuestas, de cara a la elección presidencial.

Recordemos sus palabras sobre Ayotzinapa. En 2016, cuando la desaparición de los 43 normalistas era una “herida abierta, viva, sangrante de nuestra Patria”, Noroña no titubeaba: “Es un crimen de Estado, indiscutible y documentado, decía.

El Ejército es responsable, y el más alto mando es responsable de encubrimiento”. En redes sociales, increpaba directamente a Enrique Peña Nieto: “¿Dónde están los 43 normalistas y dónde los responsables?”. Acusaba a los “pasquines” y “periodicuchos” de repetir las versiones oficiales y no tenía reparos en señalar al gobierno federal como el gran culpable.

Incluso en 2019, ya con López Obrador en la presidencia, insistía en que negar el carácter de “crimen de Estado” era una falsedad promovida por “dizque comunicadores”.

¿Qué pasó con esa vehemencia? Hoy, ante una tragedia que ocurre bajo el manto de la 4T, Noroña opta por la tibieza. Ya no hay “crimen de Estado”, sino una “campañita típica de la derecha”.

Ya no hay responsables en el más alto mando, sino un pase de charola a gobiernos locales. La indignación visceral se diluye en un discurso evasivo que huele a protección política. Algo muy parecido a lo que sucedió con el gobernador de Sinaloa.

Es el mismo patrón que hemos visto en otros líderes de la 4T: cuando el gobierno es “el suyo”, las acusaciones se suavizan y las responsabilidades se difuminan. Noroña, que alguna vez se erigió como paladín de la justicia social, hoy parece más interesado en defender la narrativa oficial que en exigir respuestas.

Si en Ayotzinapa veía un encubrimiento orquestado desde Los Pinos, ¿por qué en Teuchitlán no aplica el mismo rasero? ¿Acaso la gravedad de las desapariciones y los campos de exterminio cambia según el partido en el poder?. La incongruencia es tan evidente que insulta la memoria de las víctimas y la inteligencia de quienes aún creen en su supuesto compromiso.

La 4T, con Noroña a la cabeza en este caso, se jacta de ser diferente, de romper con el pasado. Pero este giro retórico demuestra que el poder transforma incluso a los más vociferantes críticos en guardianes de la ambigüedad. 

Ayotzinapa fue un estandarte de lucha; Teuchitlán, una molestia que hay que minimizar. Así, el senador no solo traiciona su propia historia, sino que pone en evidencia la fragilidad moral de un proyecto que prometió verdad y justicia, pero que, al parecer, solo las exige cuando le conviene y parece que ninguna se aclarará.

 

 

 

 

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