Un comentario desatinado del empresario José Luis Salinas, en un festejo donde se destapó a Adrián Rubalcava como director del Metro, ha logrado lo impensable en Tlaxcala: unificar, al menos discursivamente, a las fuerzas políticas de nuestro estado.
Al afirmar que “ser director del Metro es mejor que ser gobernador de Tlaxcala”, Salinas no solo desató indignación, sino que catalizó una respuesta conjunta que ni el reciente incendio en Atltzayanca había conseguido.
Este lapsus, aunque desafortunado, dio oxígeno al gobierno estatal, que buscaba un discurso capaz de cohesionar a una sociedad diversa en torno a su identidad. A ver si no se lanzan por Salinas como su asesor.
La senadora Anabell Ávalos Zempoaltecatl (PRI) emergió como una figura clave en esta coyuntura. Su enérgico rechazo a las burlas, respaldada por Ana Lilia Rivera Rivera (Morena) y el propio gobierno de Tlaxcala, trascendió las barreras ideológicas.
Ávalos no solo defendió el orgullo tlaxcalteca, sino que convocó a sus homólogos de Morena a alzar la voz, logrando que el agravio se convirtiera en un punto de encuentro.
El mensaje fue claro: “A los tlaxcaltecas se nos respeta”. Este posicionamiento, apoyado por actores tan disímiles como el líder del PRD en la entidad, Juan Manuel Cambrón Soria, y la propia administración estatal, mostró una unidad discursiva pocas veces vista. Ayúdeme usted a buscar otro momento similar.
Mariana Jiménez Zamora, diputada federal del Partido Acción Nacional (PAN), también levantó la voz y a través de un video difundido en el portal de Víctor Loranca exigió respeto para la geografía que está próxima a celebrar cinco siglos.
El contexto del nombramiento de Clara Brugada como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, donde Rubalcava asumirá el Metro, añade una capa política al episodio. Recuerde usted que Brigada pasó sin pena ni gloria por esta entidad donde nadie la tomó en serio.
La designación de Rubalcava, celebrada por senadores de Morena como Emmanuel Reyes Carmona, Simey Olvera Bautista y Ana Karen Hernández Aceves, contrasta con el desdén hacia Tlaxcala.
Este contraste alimentó la narrativa de un agravio que no podía pasar desapercibido. Mientras el incendio en Atltzayanca evidenció divisiones en la respuesta estatal, el comentario de Salinas ofreció una oportunidad para un relato unificador: Tlaxcala, con su legado de 500 años y su pueblo trabajador, es un orgullo que trasciende colores partidistas, se lee en redes sociales.
No debe sobreestimarse este momento. El comentario de Salinas, más que un acto deliberado, refleja ignorancia y clasismo, y la unidad lograda es, por ahora, retórica (en lo personal no creo que vaya a más).
Sin embargo, el gobierno de Tlaxcala encuentra en esta controversia un respiro para fortalecer su narrativa de identidad y dignidad. Si hay oportunidad para lanzar una campaña que apele a la unidad, fraternidad e identidad, es ahora.
La exigencia de una disculpa pública, respaldada por un frente político amplio, reafirma que Tlaxcala no tolerará menosprecios.
Como señaló la senadora Rivera Rivera, la lucha contra la discriminación sigue siendo un reto, pero este episodio demuestra que, ante un agravio, el orgullo tlaxcalteca puede superar las diferencias.
Salinas debe disculparse, y los senadores presentes, deslindarse. Tlaxcala exige respeto, y esta vez, lo hace con una sola voz.
Si los políticos han coincidido en el orgullo y la dignificación de Tlaxcala ante un comentario, bien podrían hacer un esfuerzo para mantener esta postura por lo que resta del año y ante los hechos que, en más de una ocasión, son más ofensivos que las palabras pronunciadas por el senador.
¿Si esto es exagerado y debe ser considerado un lapsus del legislador?, es posible. Así circulan otras versiones en las redes y también es una observación válida.
Pero permitir que se retome un discurso clasista y burlón contra los nacidos en la tierra de Xicohténcatl, después de que se ha luchado por redignificar el peso de Tlaxcala en la consolidación del México actual, significa un retroceso no para un partido, sino para todos los aquí nacidos. Es cuestión de identidad, nada más.
