La marcha del 8M en Tlaxcala que terminó con expresiones violentas, destrozos y actos vandálicos en todo el primer cuadro de la capital, evidenció que el movimiento feminista en el estado no tiene brújula, ni claras sus causas.
Durante las más de dos horas que estuvieron en la explanada de Palacio de Gobierno, los pronunciamientos ocuparon sólo breves minutos, casi como un acto meramente protocolario para entonces, dar paso a lo que vimos todos en redes sociales.
La historia fue muy parecida a la de 2022, las imágenes de grupos de mujeres con los rostros cubiertos causando destrozos, lanzando piedras y realizando pintas se repitieron, incluso este año lograron derribar un par de luminarias que utilizaron como herramientas para tratar de ingresar a la sede del Ejecutivo.
Mujeres, principalmente jóvenes, de las que no sabemos su procedencia, marcharon por las principales calles de la ciudad, la mayoría de manera pacífica, pero sin un claro propósito de la intención de su manifestación lo que fue aprovechado por otros bloques más agresivos, integrados por mujeres y hombres, que arribaron con el único objetivo de causar destrozos y arremeter contra la infraestructura urbana.
La poca experiencia y falta de organización de quienes encabezaron la marcha llegó a su punto máximo cuando los contingentes se apostaron frente a Palacio de Gobierno, era evidente que no tenían idea de qué hacer e iniciaron los actos vandálicos con claras intenciones de provocación a los cuerpos de seguridad que se encontraban resguardando el inmueble.
No hubo una lista de demandas hacia las autoridades estatales, ni dieron voz a las mujeres de origen indígena, ni con discapacidad, ni a las madres de mujeres y niñas desaparecidas, ni a las víctimas de acoso sexual, ni a familiares de víctimas de feminicidio que tanto presumieron. Nada. Absolutamente nada.
Su único objetivo era derribar las vallas metálicas que se colocaron alrededor de toda la fachada del Palacio de Gobierno, lanzar piedras y objetos a los policías estatales que se encontraban del otro lado del cerco, al punto de herir a un elemento que fue trasladado en ambulancia para recibir atención médica.
Insisto, la lucha que encabezan mujeres activistas por reivindicar el respeto a los derechos del sector femenino cuenta con todo el apoyo social, todos nos sumamos, no hay un solo sector que no esté de acuerdo en exigir una vida libre de violencia para las tlaxcaltecas.
Sin embargo, parecen ya estar sobrepasadas, sin un rumbo claro de a dónde quieren llegar cada 8 de marzo con manifestaciones de este tipo. O quizás sí, pero desde el ámbito político que nada, o poco, tiene que ver con el clamor social.
Los comportamientos anárquicos y violentos las alejan cada vez más del respaldo ciudadano. Para recuperar el apoyo de la ciudadanía y no empañar este movimiento que, cada día, pierde más el rumbo, es necesario que consideren replantear su “estrategia” porque parece ser que rompiendo ventanas y tirando luminarias no es la mejor forma de que conseguir la empatía de la sociedad.
Al final, lo único que logran -con estas actitudes violentas- es legitimar documentos como el manifiesto para proteger los monumentos históricos que emitió el Gobierno del Estado.
Con los actos vandálicos que protagonizan justifican que se priorice la protección de monumentos, ya que ninguna manifestación “pacífica” tendría que terminar con la destrucción del patrimonio.
Además, las denuncias públicas que realizan en tendederos para visibilizar casos de violencia y acoso sexual deberían ser acompañadas de denuncias judiciales para evitar que estos actos se repitan, cada año se ven las mismas fotografías de presuntos violentadores que no culminan en un proceso legal.
Parece increíble que en una fecha tan significativa para las mujeres no hayamos conocido el número de denuncias por violencia de género empantanadas que acumula la Procuraduría General de Justicia del Estado, ni los avances en las carpetas de investigación por feminicidios. Si existen que se hagan públicas.
La nota este año se la llevó el joven que ataviado con una playera del capitán américa evitó que las mujeres que participaban en la marcha fueran agredidas con chorros de agua al destruir el sistema hidráulico del camión antimotines de la Policía Estatal.
Como lo publiqué ayer, los desafíos que representaba la marcha del 8M tanto para la administración estatal como para los grupos y colectivos feministas se hicieron presentes, por un lado la actuación de los cuerpos de seguridad fue más afortunada que la que protagonizaron en 2022.
Hoy por lo menos no hay evidencia alguna de actos de represión contra las manifestantes, aunque Ciro Gómez Leyva haya querido decir lo contrario.
¿Quién en México no sabe que ese comunicador -de grupo IMAGEN- tiene la clara tarea de sobredimensionar lo que sucede en los gobiernos morenistas.
¿Quién en México no sabe la disputa personal que tiene con López Obrador?, esa disputa que lo llevó, incluso a defender a Genaro García Luna, el narcofuncionario que en unas semanas más será condenado en EE.UU.
Por otro lado en el caso de las feministas recibieron una dura lección que exige la reorganización y replanteamiento de un movimiento que parece desmoronarse. La sociedad civil si estuvo presente ayer en esta manifestación, pero fue opacada por esos grupos que tienen como tarea destrozarlo todo y construir nada.
Las tres de ley… 1- Una actitud que contrastó con la estrategia del Gobierno del Estado fue la del secretario de Cultura, Antonio Martínez Velázquez, quien decidió que el Museo de Arte de Tlaxcala (MAT) se convirtiera en un espacio seguro durante la marcha.
2-Así, en lugar de cercar el museo, colocó agua para que se hidrataran las mujeres, brindó facilidades para resguardarse en caso de ser necesario y hubo acceso total para las manifestantes y ¿qué cree?, En el MAT no se registraron desmanes, ni un solo vidrio se rompió.
3- Lo anterior demuestra que el hecho de colocar las vallas metálicas alrededor del Palacio de Gobierno solo focalizó las agresiones hacia la sede del Ejecutivo. Algo para tomar en cuenta en futuras manifestaciones.
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