El peso de una carta puede ser mínimo si se pone en una báscula, pero inconmensurable si se somete al escrutinio del pueblo que aplaudió la idea que transmitía. Vergonzoso fue descubrir que la realidad manchaba la propuesta.
Y pensar que yo me sorprendí de la llegada de Nicolás Gutiérrez y otros tantos más a Morena Tlaxcala. Comparado con lo que hoy presenta Luisa María Alcalde a nivel nacional nuestros paisanos son niños de pecho y con un excelente currículo.
En los últimos días el nombramiento de Adrián Ruvalcaba como director del Metro de la Ciudad de México ha desatado una tormenta al interior de Morena, el partido que prometió ser la vanguardia de la izquierda, ahora denominada “Cuarta Transformación”.
Este episodio, lejos de ser un incidente aislado, es un síntoma de una crisis estructural: Morena está resucitando lo peor del PRI y del PAN, importando sus vicios más oscuros bajo el pretexto del “pragmatismo político”. Hablo de vicios no de personas.
La carta de Claudia Sheinbaum, que exhorta a no ser corruptos ni parecerlo, se desvaneció como tinta bajo un cubetazo de agua fría, borrado por decisiones absurdas que contradicen su propia retórica.
Andrés Manuel López Obrador abrió sus puertas a todos los que quisieran subirse al tren de la izquierda, una estrategia que lo llevó a la presidencia de la República en 2018 y a Sheinbaum a arrasar en 2024 con el 60% de los votos. Pero los tiempos ya son otros.
El pueblo mexicano, con una generosidad histórica, otorgó a Morena mayorías en el Congreso y la anuencia para reformar el Poder Judicial. Nunca en la historia una candidatura tuvo tantos votos, ni tanta legitimidad como hoy puede presumirlo Sheinbaum Pardo.
Pero, junto con la buena gente y ese pueblo bueno, se colaron algunos como Germán Martínez y Lilly Téllez, y era entendible, se necesitaban todos los votos posibles.
Dos derrotas a cuestas obligaron a López Obrador a reclutar a todas y todos los que fueran necesarios, antes de sufrir una tercera y fatal caída que le hubiera impedido ocupar su espacio en Palacio Nacional.
Pero eso ya fue y en pleno 2025, con una presidenta en la cúspide de las encuestas nadie entiende la “estrategia” que obliga a la 4T a convocar a los Adrián Rubalcaba, a los Alejandro Murat, a respetar de más a Eruviel Ávila, y una lista que avergüenza a los propios familiares de los neomorenistas.
Estos operadores del viejo sistema, reciclados del PRI y del PAN, los que siempre fueron “la mafia del poder” ahora son el enemigo dentro de Morena, una carroña política que amenaza con pudrir el proyecto de la 4T, pero que fueron invitados por la propia cúpula.
La carta de Sheinbaum, presentada en el Consejo Nacional de Morena parecía sintetizar una demanda ciudadana clara: limpiar la casa.
Sin embargo, apenas 48 horas después, el nombramiento de Rubalcaba —un priista de cepa, ligado a un sindicato corrupto y a prácticas opacas— reveló una desconexión alarmante entre el decir y el hacer. Sucede justo en un momento en que Morena debería consolidar su legitimidad, no sepultarla.
Sume usted a Figuras como Mario Delgado, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, junto a operadores como Pedro Haces que reproducen prácticas mafiosas: intimidan a legisladores, exigir votos a mano alzada o manipular en beneficio de una élite corrupta.
Mientras tanto, casos como el de la gobernadora de Baja California, María del Pilar, defendida ciegamente por Morena desde la Mañanera del Pueblo, pese a señalamientos graves, o el homenaje a Fidel Herrera en Veracruz, muestran que el partido está atrapado en una cleptocracia heredada.
Sheinbaum Pardo cuenta con un respaldo popular del 80%, sus posturas ante Estados Unidos la colocan al frente del liderazgo en América Latina, así que tiene el poder y la oportunidad de cambiar el rumbo, pero parece escuchar voces que le susurran que así se gobierna, que el pragmatismo exige tolerar a los Rubalcabas, los Murats y los Eruvieles. Error tras error.
La generación joven de Morena —Luisa María Alcalde, Andrés Manuel López Beltrán, Citlalli Hernández— debería ser el relevo, pero está siendo opacada por la basura reciclada del pasado.
Que mañana no se digan engañados, porque ellos le abrieron la puerta al igual que Miguel Torruco Garza que pese a conocer sus biografías no dudó en abrazarlos y celebrar su arribo al segundo piso de la cuarta transformación.
La derecha, reducida a un 15% del poder, no es hoy la amenaza en el partido dominante. La verdadera oposición está dentro: los corruptos que Morena acogió y los que surgieron y volvieron a nacer en su seno.
En Argentina la izquierda no cayó por los de afuera, sino por la corrupción interna que la convirtió en una máquina de saqueo. Si Morena no aprende esta lección, estará condenada a repetirla.
Casos como el de nuestra entidad son especiales porque quedan dos años hasta las elecciones intermedias de 2027 para actuar, la pregunta es ¿la intención es salvar o implosionar al movimiento?.
Sheinbaum debe dar un golpe sobre la mesa, desmantelar las estructuras de poder heredadas y empoderar a las bases que le dieron mayorías históricas.
¿A dónde quedó el pueblo bueno, por qué se ignora a la base que llevó a Morena a lo que hoy es, quién dice que los fundadores no tienen materia gris para dirigir el movimiento que fundó López Obrador?.
El morenismo que recibía a AMLO cuando no llenaba plazas y cuando no había ni para aguas, tortas, o gasolina no deja de gritar: ¡¡es momento de cerrar filas, no de culpar a los electores por criticar!!. La autocrítica no es mala, de verdad que no.
Otros más sostienen que es hora de escuchar, de hacer autocrítica y de ser valientes. Morena tiene la oportunidad de construir una burocracia honesta, con un proyecto que transforme México como nunca antes.
Pero la corrupción no lo resiste: pudre cualquier ideal o quizá me equivoque y todos los recién llegados modifiquen su conducta y naturaleza. La verdad lo dudo pero la mesa está puesta y ahora toca a los que dirigen el barco llevarlo a buen puerto, o de plano su idea sea dejar que la nave haga agua mientras ellos ya tienen otra opción, aquí todo es posible.
