La salida de Blanca Águila del PRI trae varias consecuencias. La primera de ellas, la más obvia de todas, tiene eco en el Congreso del estado.
Por primera vez en su historia, el tricolor se ha quedado sin representación en el legislativo local. Hace seis años estuvieron a punto de quedarse sin diputación, luego de la marejada que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República.
A partir del voto en línea que pidió el tabasqueño, la gente votó masivamente por los candidatos de Morena, principalmente. Esa situación literalmente ahogó al PRI.
Fue una paliza que benefició a numerosos personajes bastante grises que unas horas antes les habían cerrado las puertas en el PRI, migraron a Morena y se sacaron la lotería, como fue el caso de la muy mediocre Michaelle Brito, u otros personajes igual de nefastos, como Lady Moches, María Félix Pluma, Luz Vera o José Luis Garrido, todos de triste memoria y de muy, pero muy gris desempeño.
Bueno, pues esa bola de incompetentes (salvo honrosas excepciones) fue la que barrió del mapa al resto de partidos, por obra y gracia de AMLO.
La catástrofe electoral estuvo a punto de costarle la representación al PRI, que por supuesto no ganó ningún distrito, y ni siquiera obtuvo el 3 por ciento de la votación, tras coaligarse con el Partido Socialista (que perdió el registro), con Nueva Alianza (que perdió el registro nacional) y con los chapulineros del Partido Verde, que desde ese momento se las olieron y acabaron dándole la espalda al PRI para refugiarse en los brazos del Señor de Macuspana.
El tricolor tuvo que pelear en los tribunales su paupérrima diputación, luego de que la Sala Regional del TRIFE le diera una plurinominal al PAC, en la persona de Inés Carvente. De hecho, a unas horas de que entrara en funciones la LXIII Legislatura, el Tribunal bajó a Carvente y le dio la pluri a Zonia Montiel Candaneda.
Ahora, con la renuncia de Blanca Águila a las filas tricolores, finalmente el destinó alcanzó al PRI. En poco más de 25 años, desde la alternancia con el PRD, que llevó a la gubernatura a Alfonso Sánchez Anaya, el Revolucionario Institucional entró en un paulatino declive.
Las gubernaturas de Mariano González y de Marco Mena fueron un espejismo, el canto del cisne de un partido corroído por la corrupción, el clientelismo, el nepotismo y el autoritarismo (prácticamente todos esos priistas ahora hicieron su nido de ratas en Morena, partido que está llamado a seguir los pasos del PRI y del PRD si no sacude el árbol y, sobre todo, si sigue recibiendo a tanto cascajo y tránsfuga no solo del PRI, sino de otras fuerzas políticas que solo ven la oportunidad de aprovecharse de la espiral de crecimiento de Morena.
Menudo reto tendrá Claudia Sheinbaum para gestionar esta mezcolanza de oportunistas. Por lo pronto, se agrava la crisis en el PRI, acentuada con la reelección de Alito Moreno, que está desalojando a más ratas del Pritanic, que se hunde, se hunde.