El fracaso de la coalición Fuerza y Corazón por Tlaxcala en las elecciones locales, puede explicarse perfectamente en las traiciones internas que hubo en los partidos Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD).
Sus mediocres resultados conseguidos en las elecciones de ayuntamientos y diputaciones locales alcanzaron la candidatura presidencial, a tal grado que Tlaxcala se convirtió en la única entidad federativa del país donde el candidato presidencial del Partido Movimiento Ciudadano, Jorge Máynez, alcanzó y rebasó a Xóchitl Gálvez en el segundo lugar.
Con el 92.20 por ciento de avance del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) de la elección presidencial, puesto en marcha por el Instituto Nacional Electoral (INE), en Tlaxcala, Movimiento Ciudadano acumulaba 97 mil 535 votos, mientras que la coalición coalición Fuerza y Corazón por Tlaxcala por 95 mil 164 de la alianza de Gálvez.
Eso, que es una vergúenza, dibuja de cuerpo entero el comportamiento de esos tres institutos políticos. Por eso el fracaso de la alianza PAN-PRI de alcanzar el triunfo en apenas cinco municipios del estado, ninguno de ellos de importancia política significativa.
Por eso las derrotas panistas en sus dos bastiones electorales. Uno, Apizaco, donde después de 15 años el blanquiazul deja de gobernar el municipio; el otro, Apetatitlán, actualmente gobernado por Angelo Gutiérrez Hernández, el esposo de la presidenta del Comité Directivo Estatal, Miriam Martínez Sánchez.
Y por eso sus derrotas en los 15 distritos electorales locales, donde fueron barridos por el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y sus aliados. Y por eso el fracaso en las urnas respecto de las Senadurías y de las diputaciones federales.
¿Qué viene ahora para el PAN, el PRI y el PRD? Si hay verdadera autocrítica y responsabilidad de hacer bien las cosas para los comicios venideros, los de 2027, tendrían que venir reestructuraciones internas, a fondo. Los pésimos resultados merecen castigos políticos para los responsables.
¿Se ha dado cuenta de que ninguna de las tres dirigencias estatales de esos partidos políticos ha salido del silencio sepulcral en que se encuentran desde el cierre de las casillas del domingo 2 de junio? Ni siquiera un solo comunicado habiendo mucho que decir.
De esos tres partidos políticos, sin embargo, el que tiene un grado de más responsabilidad en hacerlo es el tricolor. Lo es porque recién dejó la gubernatura y porque la principal aspirante a ese cargo de elección se encuentra en sus filas y próximamente formará parte del Senado de la República.
Si el PRI no deja de comportarse como un grupúsculo, donde un grupo excluye al otro. Su fracaso lo perseguirá en la próxima elección, tal vez la última que le queda para sobrevivir.
Del PAN sucede algo similar. El grupo político que ahora mismo domina la dirigencia ha sido tan excluyente como el que le precedió. Y así no se puede llegar a ningún lado, más que al fracaso electoral, como el que registró el domingo pasado.
El PRD, por su parte, tiene a la vuelta su extinción. El espejo en el que el partido en Tlaxcala debe mirarse no se encuentra tan lejos, acaso sólo debe voltear a su actual dirigencia nacional, que en esta elección federal está a punto de perder su registro.
Es muy posible que la elección de este año, la de 2024, haya sido la última en que vimos juntos al PAN, PRI y PRD, en alianza o en coalición. La mescolanza los ha desdibujado a tal grado de empequeñecerlos.
Hoy, por lo pronto, han sido rebasados por el Partido del Trabajo (PT), Verde Ecologista de México (PVEM) y Movimiento Ciudadano. Más ya no pueden caer, a riesgo de desaparecer.