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Martín Rodríguez Hernández Noticias TlaxcalaMartín Rodríguez Hernández Noticias Tlaxcala

Opinión

Cosas que me hicieron feliz este año #3

UN DOMINGO CUALQUIERA: Septiembre.

Escribir sirve demasiado. Ahora, por esta recapitulación en tres tantos, sé a septiembre mi mes más feliz del año: no hubo algo excesivamente llamativo o luminoso, más bien fue una constante de actividades, sitios y personas con las que quería y podía estar. Los romanos dedignaban la palabra otium al estado de gracia en el que el individuo designa tiempo a sus actividades y personas preferidas; aunque en nuestra lengua derivara a la palabra ocio, está lejos de ser el ocio conocido en la actualidad, no son las actividades sin fin alguno, más bien lo romanos entendían otium cum dignitate como un estado absoluto de realización humana, porque genera paz, calma y por ende felicidad: «Id quod est praestantissimum, maximeque optabile omnibus sanis et bonis et beatis».

En septiembre, viví entre conciertos, kilómetros, libros y películas, pero el domingo más feliz fue un domingo cualquiera —tan cualquiera como la película homónima donde Al Pacino cimbra para siempre los discursos deportivos—. Fui tan feliz que me dio igual algo que nunca pensé que me daría igual: un empate del Madrí en el derbi madrileño (cántese: hoy me importa una mierda si gana o le metieron siete a mi equipo); porque hay días en los que te gustaría quedarte a vivir y solamente haces por alargar los minutos esperando su no terminar. De esa mañana y de esa tarde costará salir. Y luego, Neil Diamond en September Morn canta: Stay for just a while / Stay, and let me look at you.

ESTOS VERSOS: En “El Amor” de Luis García Montero.

Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.

UN COVER EN VIVO: Brandon Flowers y sus Killers.

Él cantando un cover de Erasure: A Little Respect. Qué momentazo. Y el concierto en general. Y por la tarde unos ostiones de piedra en “Mi Compa Chava” y las manos de una cocinera en la barra fría. Y el helado de coco.

UN DISCO: Elige tu propia aventura.

Por esos días se estrenó lo ultimo de Carolina Durante. Para mí el mejor álbum estrenado este año junto con “Dance, No One´s Watching” de Ezra Collective y el del grandísimo Nick Cave.

UNA CORBATA Y UN PERFUME:

No me importa sonar frívolo o un simple superficial, pero una corbata Mirto siempre me causara felicidad. Y luego un Extreme Noir de Tom Ford, regalo de mi madre. Me conoce tan bien.

ALLÍ DONDE SOLIAMOS GRITAR: Love of Lesbian.

¿A qué no sabes dónde he vuelto? De los pocos conciertos en vivo, cerca de quince, el de Santi Balmes y su tropa, fue el mejor. Cantar los himnos de tu vida a todo pulmón es una cuestión de vida o muerte. Estoy seguro de que entre tan saliva flotante salí contagiado de una influenza en la que me sentí perdido; todo valió la pena por escucharles y hasta en la enfermedad encontré rasgos de luminosidad. El cuidado y las preocupaciones de M. fueron gloriosos. La contagié, desde luego. Antes del éxtasis y la germinación de la enfermedad, comí unas tostadas de atún en Contramar; aunque ahora con la estrella Michelín fuera más difícil conseguir lugar, el primer bocado casi de mantequilla de mar, todo lo vale. Es masticar la felicidad.

CORTINTIOS 13 Y EMMANUEL CARRERE: Amor Agápē.

Qué difícil me suena el amor Agápē. Sin ego, sin posesión y encontrarlo como realmente es: libre. Emmanuel Carrère siempre encabeza mis preferencias lectoras; este año y aunque atrasado leí “El Reino” y me resultó ser una obra deslumbrante; el escritor, un hombre de fe pero con ella perdida, hace un soliloquio donde crea un tratado sobre el catolicismo siguiendo los pasos de Pablo de Tarso y Lucas. Es de esos libros en los que sientes salir con un +1 en todos los rubros humanos posibles.

Hay infinidad de cosas en las que me podría perder comentando, pero me asombró conocer gracias al libro un pasaje de Corintios en el que explica la más bella definición del amor leída por mí:

El amor es paciente. El amor presta servicio. El amor no envidia. No se jacta. No se da importancia. No hace nada feo. No busca su interés. No tiene en cuenta el daño. No se alegra con la injusticia. Se alegra con la verdad. Lo perdona todo. Lo tolera todo. Lo espera todo. Lo sufre todo. No falla nunca.

Llevo varios años formulando la idea en la cabeza; todo empezó reflexionando sobre mi abuela, admirado de siempre servirse a su familia y sin ninguna pretensión personal mayor. Primero lo creía una locura y ahora todo ha dado al clavo. Qué mal he amado. O quizá nunca lo haya hecho. Quizá no conozco el amor verdadero y todo lo he basado en una idea deformada por mí. Siempre he sido un Yo constante. El descubrir este amor que el Logos nos tiene a nosotros, tendrá que volverse mi referencia para los años que me queden de vida. La máxima aspiración. Lo creo. Lo quiero querer y creer así.

También el día de Navidad fui feliz mientras me platicaban su historia de amor. Me fascinan las narraciones. Me enamoré imaginándomelos; concluyo lo mismo: un trabajo de un día a la vez, ceder en la pretensión individual para beneficio común, conocerte conociendo al otro y afrontar las adversidades codo con codo. De ellos, resulta ser un hombre muy exitoso y popular, aunque estoy seguro que no todo hubiera sido igual sin haber tenido el trabajo latente y encubierto de ella. Les admiré porque el mayor éxito no está en lo material, sino en su propia familia, en su propio amor. Pudo y puede ser al viceversa: como en la película estrenada este año “El tiempo que tenemos”, con Andrew Garfield haciendo brillar a Florence Pugh. Al fin y al cabo eso resulta ser una pareja: dos. A veces se olvida. Recordé el mismo libro de Carrère, este apunte de cuando aquel era un hombre de fe y lo vi claro en la historia narrada y en la película citada; el mayor dote de amor es trabajar para que el otro crezca:

ANDRÉS Y MI MADRE:

En cada visita mi hermano la vida cambia de ritmos. Anduvimos quince días por casa, por CDMX, corriendo un medio maratón por Veracruz, no sé bien pero eran ellos mi motivo de felicidad. Al verlo, se me hincha el pecho de orgullo saberle persecutor de su vida lejos de nosotros. Siempre, al dejarlo en el avión pienso en esto de Kavafis:

Ten siempre a Ítaca en tu mente. Allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.

UNA PELÍCULA: ¡Qué bello es vivir!

La tradición que más me gusta en mi familia es ver películas el día de la Noche Buena o en Navidad. Hasta este año conocí la obra maestra de Frank Capra: ¡qué final, qué esperanza en la humanidad (en Navidad) y en las películas! Tremendos los lagrimones rodados en mí.

UNA PLÁTICA SACERDOTAL: José Oriol.

Siempre me divierte platicar: de mis únicos mejores amigos, uno me aventaja casi cuarenta años. Por él conocí a una institución sacerdotal escolapia, el catalán José Oriol. En una resolana de un cuarto platicamos; sus 96 años no le impiden tener una dicción perfecta y un orden de ideas profundo. El hablar pausado, sus palabras y consejos, envolvieron por un momento su paz irradiante. Después de su exquisita charla, me dijo estar esperando el momento final con Fe y decidiendo creer en lo que le ha prometido Cristo: nunca había visto tanta convicción y a la vez tranquilidad en un hombre. Puede ser una aspiración de vida, ¿no? Encontrar el sosiego convencido ante lo siempre irresoluble y lo desconocido. No quiero más.

UNOS TACOS:

¿Por qué será que los tacos siempre nos reconcilian? Me preguntó. Ella siempre será fuente inagotable de felicidad.

UN ESCRITOR Y UN HELADO: Bergareche y Stracciatella.

Conocí a Jacobo Bergareche en La Plaza México. Él venía a la FIL y a ver a Juan Ortega. Es ilusionante conocer y platicar con escritores que han nutrido tus ideas. En los toros no pasó nada. Antes me tomé un helado por el que siempre vuelvo a Casa 1900.

NOCHE VIEJA:

Todavía no llega. Pero como la felicidad siempre resulta ser un estado de ilusión en el que tú lo decides, me haré creer que mañana viviré y seré feliz. Wish you were here. Salú.

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