Ahora, orgullosos de nuestra historia y a la par de los festejos fundacionales de Tlaxcala, vale la pena comentar lo siguiente —que, aunque símiles, son objetos distintos de análisis—, para que los verdaderos profesionales en historia hagan eco, aporten o desmientan: Tlaxcala debe ser considerada la diócesis primera de México. La idea me sonó bastante poderosa e interesante al estar platicando con un gran amigo teólogo, Manolo Jiménez, y luego escucharla ayer domingo en misa. Seas persona tlaxcalteca creyente del catolicismo o no, esto resulta oro molido para abonar a nuestra magna historia, pues “Un hombre que no conociera la historia de su vida —por una amnesia— simplemente habría perdido la identidad consigo mismo, y por ello, podría comenzar a ser hombre, pero no lo habría sido” Enrique Dussel.
La historia de fácil acceso, superficial, afirma a Yucatán como Diócesis primera de México, sin embargo, vale la pena adentrarse y desmenuzar. Partimos con la idea del citado filosofo e historiador Dussel, en su libro “El Episcopado hispanoamericano. Institución Misionera en Defensa del Indio”: “En el año 1519 se erigió la diócesis Carolense y se nombró a Julián Garcés como el primer Obispo de México, para un territorio indeterminado del Yucatán (después la diócesis se trasladó a Tlaxcala y por último a Puebla)”. Fue mediante bula papal signada por el Papa León X, el 24 de enero de 1519 donde se crea la Diócesis Carolense, Diócesis primera en México, en la que efectivamente ese crea el Obispado de Yucatán (incluyendo a Tlaxcala); el ejecutor fue fray Julián Garcés, quien al partir de Roma y en todo el trayecto para llegar a tierras recién colonizadas, encontró un panorama totalmente distinto; el derecho canónico resulta ser especifico con esta situación, pues los cánones no consienten que haya pastor sin ovejas, es decir “para la existencia de un obispo propio se requiere no solamente la investidura y consagración que da el carácter episcopal, sino también la existencia de una iglesia y pueblo sobre quien se ejerza la jurisdicción episcopal” (Molina Solís, 1897).
Retomamos, el Obispado de Yucatán se queda sin efectos por petición de Fray Julián Garcés, quien además solicita al Papa Clemente VII que delimite las jurisdicciones del Obispado Carolense —cuestión de suma importancia, porque aquí (previa autorización papal) el Rey Carlos V, limita lo que celebramos: la fundación de Tlaxcala—. Pero, siguiendo los pasos de la Diócesis prima de México, en esos supuestos jurídicos canónicos aclaratorios, la Breve Papal de fecha 19 de septiembre de 1525, decía que, al estar imposibilitada la sede Yucatán se fijara en Tenoxtitilan o donde delimitara el Rey (reiteró una vez más, con la anuencia papal para fijar límites).
Fijados los límites por la Corona y fundado Tlaxcala, Garcés procedió a la erección de la Catedral de Tlaxcala misma donde tomó posesión de su obispado y ejerció, por fin, su cargo; al hacer la erección, firma titulándose Obispo Carolense (no Obispo de Yucatán) y se crea la primera Diócesis de México con sede en Tlaxcala —cuarta del continente americano tras la de Santa Domingo (1513), Concepción de las Vegas, Puerto Rico, Santa María de la Antigua del Darién.
Lo anterior sin intentar ser un texto con cortes académico (ni mucho menos) sino meramente de opinión, para encontrar su valiosa opinión y retroalimentación, pero, sobre todo, solidificar el orgullo en la historia de Tlaxcala; las ideas vertidas basadas tras lo leído en algunos textos de Enrique Dussel, Vicente Paulo Andrade, Juan Francisco Molina Solís, Francisco Javier Cervantes Bello, Jesús Joel Peña Espinoza, Mariano Cuevas, entre otros.