“Sólo se puede resistir las tentaciones del poder cuando hay ideales y principios, porque el poder es una tentación que atonta a los inteligentes, y a los tontos los vuelve locos” -Andrés Manuel López Obrador-
A unos días de que concluya el mandato del mejor presidente de la historia de México, Andrés Manuel López Obrador, dio a conocer el fraude que cometieron ex funcionarios de su gobierno y particulares en la empresa Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX), que asciende a un monto de 2 mil 700 millones de pesos y en que estuvieron involucrados 47 personas, de la cuales, 26 han sido vinculadas a proceso penal.
Esta acción muestra ese lado honesto de un político que se va con más del 70% de aceptación de las/los mexicanos. Es el reconocimiento de que ese ideal de honestidad con el que llegó, y se mantuvo a pesar de las circunstancias, en el amplio significado de la palabra, es su sello y no lo perdió de vista.
El ideal
¿Qué tanto se acercó? Un ideal, como lo plantea el sociólogo Max Weber, muestra los rasgos esenciales de un fenómeno social. En política, se constituye como una meta a alcanzar y, para ello, se establece una ruta de la que López Obrador, no se movió ni un centímetro.
Se enfrentó a N número de resistencias estructurales, políticas, económicas, religiosas. A esos vicios en política, que se fueron constituyendo a lo largo de siglos de historia y que se convirtieron en lozas monumentales, casi, imposible de mover.
Pero él lo hizo, como un auténtico Titán, como ese personaje de la mitología griega, que representó una raza de deidades poderosas.
Lo ha hecho sin que este país quedara en ruinas, sin que hubiera muertos, como sucedió en las guerras del siglo XIX y XX en México. Lo ha hecho de manera pacífica, con movimientos extraordinariamente precisos. Es un magnífico jugador del ajedrez de la política.
Él sabe
El presidente sabe hasta donde llegó, sabe que para algunos cambios se requiere más tiempo y, por eso, dejó a una mujer que él considera que puede consolidar un proyecto justo para este país. Él comenzó a trabajar en su sucesión desde el primer día en el que tomó el poder; tenía claridad que trabajar por los mexicanos de manera honesta, significaría a contar con un capital político, que se traduciría en votos para quien le sucediere.
Sólo él pudo crear las condiciones ideales para que una mujer, sea hoy, la primera presidenta de México. A la distancia y a punto de que concluya su administración, se ve, con mayor claridad, cuál fue la ruta que adoptó para llevar a cabo una revolución que trajera como consecuencias cambios tan significativos en México.
Malos hábitos
Debió luchar todos los días con “los malos hábitos” de quienes acostumbrados a que incorporarse a la vida pública y formar parte de los grupos de poder, significaría el enriquecimiento descarado e inmoral.
Logró concentrar la atención en una forma de hacer política a la que le imprimió su sello y denominó “humanismo mexicano”. Se aferró a crear identidad alrededor de su proyecto, y, lo logró. Este país se desbordó a reconocerlo, a él y a sus programas de distribución de la riqueza entre los sectores sociales más desfavorecidos de la nación.
Purificación
Tampoco fue inocente, él sabe perfectamente que pertenecer a un partido político no significa convertirse en políticas o políticos inmaculados, pero ha tenido claro que quien pertenece a un proyecto como él que ha encabezado a lo largo de seis años, compromete, a hacer las cosas de manera distinta. El líder moral se convirtió en el ejemplo y referente para evitar caer en tentaciones.
La ruta está trazada, y el ejemplo de que también se puede ser autocrítico y debelar las irregularidades que cualquier gobierno comete, es un símbolo de transparencia y madurez política.
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