Por Leticia Alamilla Castillo
“Aquellos que durante su vida han escogido la vía del mal, como los mafiosos, no están en comunión con Dios, están excomulgados” –Papa Francisco-
Hace ya muchos años cuando andaba reporteando me asignaron cubrir algunas de las reuniones que llevaban a cabo representantes de diversos sectores de la sociedad para exponer distintas problemáticas sobre seguridad. A esas reuniones acudían titulares de cámaras empresariales, responsables de la seguridad pública, educación, salud y el representante de la iglesia, entre otros.
Los temas que ahí se abordaban eran confidenciales y quienes sabíamos la hora y el sitio en donde se llevarían a cabo, acudíamos para realizar algunas entrevistas a los participantes, al final de esas reuniones.
Recuerdo de manera muy grata que el Padre Ranulfo Rojas Bretón estaba en esas reuniones y siempre mostraba su disposición para hablar sobre esos temas “difíciles”, que debelaban uno de los grandes problemas nacionales, la inseguridad.
Desde ese momento, me di cuenta que tan importante era que todo los poderes confluyeran en un objetivo primordial, el de exponer, desde cada trinchera, la visión sobre una de las problemáticas que se han convertido en el talón de Aquiles para los gobiernos de nuestro país y, sobre todo, plantear estrategias para hacer frente a ese flagelo.
Política del bien común
La presencia de la una de las Iglesias más importantes de nuestro país en esas reuniones, no era nada descabellado a pesar del carácter laico de los gobiernos mexicanos. ¿Por qué digo esto? Porque es innegable el poder de influencia que tienen las religiones en la percepción de la sociedad respecto a un tema en específico.
Históricamente, y a pesar de las Reformas juaristas del siglo XIX, el púlpito se mantiene como un espacio de ejercicio de poder, de influencia, de exposición de una visión del mundo y de generación de opinión pública. Los sacerdotes de las distintas religiones son líderes de opinión en sus comunidades, son capaces de influir en la percepción de la ciudanía respecto algunos temas o problemáticas sociales. Podríamos decir, hoy en día, que son auténticos “influencers”
Es por eso que la participación de miembros de las distintas iglesias y otros actores de la sociedad civil en asuntos que competen y preocupan a la sociedad se vuelve una necesidad, como una forma de sumar a la política del bien común.
Si bien es cierto que, cuando los vemos como representantes que han detentado y detentan el poder, y por las experiencias históricas del pasado, solemos tener nuestras reservas al permitir que miembros religiosos participen de manera muy activa en la resolución de problemáticas. Sin embargo, en lo que respecta al tema de seguridad es primordial repensar nuevas estrategias para incorporar a miembros de distintos sectores de la población con un fin común, mejorar las condiciones de seguridad social. Ahí, el mundo secular y laico confluye para alcanzar los objetivos de la política del bien común.
Si, de manera simplista seguimos pensando y difundiendo a través de los medios de comunicación que el Estado es el único responsable en velar por la seguridad de la población, estaremos frente a un discurso que limita la participación ciudadana en la resolución de problemáticas.
Descomposición social
Debemos tener cuidado con el enfoque faccioso de quienes, se aventuran a considerarse como líderes de opinión y que, desde los medios de comunicación, generan violencia al responder a intereses, única y exclusivamente, partidarios.
El golpeteo mediático a través de la creación de información falsa o manipulación de los datos atenta en contra de una sociedad que requiere certeza de verdad, sobre todo hoy en día, cuando experimentamos una descomposición social que ha llevado a la agudización de algunos problemas sociales.
De ahí la importancia de fortalecer la participación de diversos actores de la sociedad que contribuyan de manera más activa en mejorar la seguridad en cada rincón de nuestro país.
¿Actos de magia?
Aquellos que exigen actos de magia para la solución de problemas, carecen de elementos que les permita comprender la complejidad del fenómeno de la inseguridad. Pero bueno, se entienden las posturas de algunos “opinadores” en medios de comunicación porque responden “hoy” a otros intereses políticos que eran totalmente distintos “ayer” o “antier”. Se entiende, insisto, porque “antier” se reconocían de izquierda, “ayer” de centro tirándole más a la derecha y “hoy” son de “ultra derecha”. Conforme sopla el viento, es que su pluma toma rumbo.
Jamás hemos oído o leído en sus análisis más allá que halagos o descalificaciones radicales para exaltar virtudes o denostar a los actores políticos. Lamentable porque, al parecer, su paso por las aulas universitarias únicamente los convirtió en maquiladores de notas facciosas sin poder ver más allá. Se han convertido en incendiarios y eso es todo.
La crítica bien fundamentada es totalmente valiosa, porque responde a auténticas inquietudes y preocupaciones sociales. Lo otro, es un remedo de periodismo.
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