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Martín Rodríguez Hernández Noticias TlaxcalaMartín Rodríguez Hernández Noticias Tlaxcala

Opinión

Una cuestión de fe  

Ya adentrados en los minutos de «La sociedad de la Nieve», cuando la mayoría ha muerto y solamente algunos sobreviven, Arturo, un hombre al que sus heridas le condicionan a estar acostado y dependiendo de los demás, casi esperando la muerte, le dice mientras se fuma un cigarrillo a Numa, un hombre muy católico, «pero mi fe… discúlpame, Numa, no está en tu Dios; porque ese Dios me dice lo que tengo que hacer en mi casa, pero no me dice lo que tengo que hacer en la montaña. Lo que está pasando acá no se puede ver con los ojos de antes». Resulta o se entiende como un alegato en contra de la religión dogmática o quizás una arenga agnóstica. Porque claro, todo lo preconcebido, todas las ideas que han sustentado a tu mundo, a tu humanidad y a tu fe, se pueden ver derrumbadas en un instante. Tenemos un Dios o una fe en la comodidad de la casa con comida caliente, y otro Dios muy distinto, aquel que te obliga a comerte a tus propios amigos para sobrevivir.

Arturo, hombre sin Dios, y Numa, hombre ejemplar para su religión, ambos, mueren. Dicha película —otra obra maestra de Juan Antonio Bayona—, retrata fielmente según los propios sobrevivientes lo sucedido tras el accidente aéreo en los Andes en 1972. No sé qué propuesta de tema me ilusiona más: ahondar en la ética de forzar la antropofagia para vivir o los cuestionamientos de los límites de la fe.

Porque luego, Numa sigue: «creo en el Dios que tiene Roberto en la cabeza cuando viene a curarme las heridas… en el que tiene Nando en las piernas para salir a caminar sin condiciones… Creo en las manos de Daniel cuando corta la carne y en Fito cuando la reparte sin decirnos a qué amigo perteneció y así podamos comerla sin tener que recordar su mirada». Sin darse cuenta y contradictoriamente, Numa, desconsolado por sentirse abandonado por el Dios en el que siempre creyó, está dictando un hermoso credo, pues creer en el hombre, al fin y al cabo, en lo más profundo te lleva a creer en Dios; sin dudas, recuerda bastante a lo plasmado por Baruch Spinoza: todo es en Dios y es Dios expresado como naturaleza.

De 45 pasajeros vuelven 16. Interesantísimo me resulta el planteamiento de Bayona, pues el narrador de la película es Numa, y él, no es un sobreviviente; el narrador es un muerto, un fantasma que cuenta la historia de sus amigos. Hermoso. Un acto de pura fe al igual que el lema de la película: No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos. La fe, según Joseph Ratzigner, es la forma que tiene el hombre de situarse firmemente ante toda realidad; es la orientación sin la que el hombre sería un apátrida, es la orientación que precede a todo cálculo y a toda acción humana y sin la que sería imposible actuar.

La ética que cuestiona la antropofagia es vencida y el pecado absuelto, pues Ratzinger sigue: «de hecho, el hombre no sólo vive del pan de lo factible; como hombre, y en lo más propio del ser humano, vive de la palabra, del amor y del sentido. El sentido es el pan de que se alimenta el hombre en lo más íntimo de su ser. Huérfano de palabra, de sentido y de amor cae en el “ya no vale la pena vivir”». Recordemos una vez más la nota escrita por Numa mediante la cual permite a sus amigos comer de su cuerpo y en ese momento, su existencia cobra sentido: no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

El vuelo 571 nunca aterrizó. Muchos planes se ahogaron. Muchas bodas y lunas de miel nunca llegaron. Muchos amigos dejaron de ser amigos. Solamente las palabras, el amor y el sentido de 16 personas se lograron, ¿por qué, y por qué vivieron esos 16 y no alguno de los otros 29?, solamente aquel pensamiento e inteligencia universal lo sabe. A nosotros, personas diminutas e ínfimas en el cosmos, solamente nos queda aceptar que lo que sucede en nuestro mundo tiene un propósito final. Pura cuestión de fe.

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