Valiéndome de la nominación al Oscar en su categoría de mejor película a ‘Past Lives’ —mi película favorita de la temporada—, revisité ‘In The Mood for Love’, el filme de culto hecho por Wong Kar-wai. Ambas, cada una a su manera, pero igual de exquisitas, ahondan en la tragedia que representa el amor inconcluso, aquel, que, por una u otra situación de la vida, o el destino mismo, no se puede consolidar. Quizás en otra vida.
Porque uno de los argumentos de la ópera prima de Celine Song, está fundado en la palabra coreana In-Yun (providencia o destino) y en un proverbio budista: cada interacción entre dos personas por mínima que resulte no es un accidente fortuito, sino un acontecimiento con un fin; llegadas las 8,000 interacciones entre dos personas (en mayor o menor medida) consolidarás una vida con al amor verdadero: 8,000 encuentros, 8,000 In-yuns. En ‘Past Lives’ aparentemente no sucede mucho: los protagonistas se enamoran de niños en su natal Corea, la vida los separa y de adultos los encuentra por un par de días en Nueva York. No puede ser. No viven la vida esperada y les queda aceptar su presente; ella está casada y tras despedirse a las puertas de un Uber, no les queda más que pensar en los hubieras.
A veces parece que la única respuesta con cierta lógica es remitirse al destino. También le sucede al señor Chan y a su enamorada Chow en la ya citada ‘In The Mood for Love’, esa gran historia del no amor consolidado y que resultó en una de las mejores películas que se han filmado; su relación extramarital nos hace reflexionar en ese hueco de nada, después de todo, que dejan los quizás y los que siempre se antojan más que todo lo vivido. Porque el humano es así, un infame creador literario de historias supuestas y cuando lo sucedido se le escapa como agua entre los dedos no le queda más que evocar como pasatiempo favorito: «Él recuerda esa época pasada, como si mirara a través de un cristal cubierto de polvo, el pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto ve está borroso y confuso».
Ya no sé yo si haya mediocridad en no abandonar todo por un enamoramiento o una pasión frugal, o si realmente se trate de valentía por sucumbir ante el destino y quedarse… Y es que este relato me apasiona tanto. Está tatuado en lo más profundo de la humanidad y allí mismo se encuentra el amor; es, por ejemplo, esa misma decisión tomada por Francesca en ‘The Bridges of Madison County’ y que le obliga a quedarse en la camioneta; o es Ilsa Lund dejando a Rick Blaine en el aeropuerto en ‘Casablanca’; o es Eneas abandonando su amor por Dido en pos de cumplir el destino dictado por los dioses e ir a Lacio en búsqueda de la naciente Roma (La Eneida de Virgilio).
Claro, siempre se creará una nostalgia en torno a lo no vivido. Pase lo que pase. En elegir, precisamente, en dejarlo o remontar, vive el destino o la providencia. Y la tragedia del amor inconcluso siempre estará quemando en todas nuestras historias que nos contamos a nosotros mismos en secreto. ¿Y qué hubiera sido si…? Quizás en otra vida. En esa falsa libertad de elegir, precisamente en eso, se nos van los días. Qué trágico.