- Toros, toreros y empresa dan al traste con la vuelta de los toros a La México. Admirable la afición que llena la plaza en un cartel mediano.
*Síndrome de Estocolmo: Fenómeno de atracción que algunos rehenes suelen sentir por sus secuestradores, con los que llegan a identificarse comprender y justificar.
Y allí estuvo la afición más fiel y bondadosa que nunca: volcándose a llenar las localidades hasta el reloj; llenando sin apuros y sin recriminar el alza de costos; llenando con ganas de fiesta y de ver torear; llenando deseosos de gritar olé y de acordarse aquello sentido y eso por lo que regresaron al tendido; llenando cuando más se les necesitaba y sin preguntas… Pero allí, también, estuvo el mismo sistema de siempre. Impávido. Impoluto. Estoico. Como si nada hubiera pasado.
También allí estuvieron los mismos toros que llevan saliendo años y años; ocultos con la misma careta de la “embestida y el gateo mexicano” los cuales ya no saben cómo ocultarles a sus criadores la crisis vivida en la generalidad de la cabaña brava mexicana. En fin, allí estuvimos los aficionados: creyendo como enemigos del toreo a ese centenar de antitaurinos violentos en la puerta, o a Justicia Justa (persona moral que se amparó), allí, creyendo que tenemos de enemigos a David Failtenson o cualquier otra persona que piense distinto. Pero la realidad es que los enemigos verdaderos están mimetizados y mezclados entre nosotros.
Transcurrieron más de 600 días para volver a ver toros en La México y muchos se preguntarán, ¿para qué? ¿para esto? Había mucha ilusión al creer que, tras la crisis, vendría un momento de reajuste y reformulación del sistema taurino mexicano; pero al parecer y como dijera Julio Iglesias, la vida sigue igual. Quizá los 600 días no les fueron suficientes para fortalecer la tauromaquia mexicana. Quizá.
Joselito Adame, la primera figura del toreo mexicano (como nos lo hacen saber), no pudo redondear un lote de cuatro orejas prendidas con alfiler. El primero fue el burel más completo de la tarde por su movilidad y profundidad en la embestida; por el izquierdo costó más pues venía por dentro; en general, le faltó humillar. A su segundo, aun estando la mayoría de la faena rodando por el albero, lo mantuvo en labor de enfermero y con los populares redondos consiguió los momentos de mayor sonoridad de la tarde.
Diego Silveti quitó por gaoneras al segundo de la lidia ordinaria —el mejor presentado de la tarde— y enseguida de rematar la primera tanda se fue a perseguir su mansedumbre a tablas. El quinto: otro intento de toro bravo con el que aburrió por la condición del cornúpeta. Ni las nimesinas finales calentaron un poco.
No precisamente allí, pero en algún otro sitio, estuvieron toreros mexicanos que necesitaban el empujón de esa tarde para que los conocieran 40,000 personas: apellídalo, Fonseca, Valadez o San Román. Por ejemplo.
Andrés Roca Rey lidió (como pudo) a un tercero que literalmente no tuvo ni un capotazo ni un muletazo. Se encontró parado desde salida: se habrán visto bueyes con más casta que ese animal. Hubo un connato de bronca al juez por no regresarlo a los corrales (cuestión debatible, pues por condición de genotipo un toro no debería ser devuelto). Cerró plaza ‘Mar de Nubes’, quien aparentó en los primeros tercios el poder ser igual de memorable que su homónimo, pero la verdad es que, tras los cambiados de espalda, echó tajantemente la persiana. También es verdad que Roca Rey se aburrió demasiado pronto con él y los aficionados que llenaron los tendidos para verle le recriminaron hasta sonarle el juez los tres avisos. La bronca en contra de la figura fue monumental.
Se dice en la psicología la existencia de gente que justifica a sus secuestradores. Síndrome de Estocolmo. La victima le justifica todo: su aprehensión, sus maltratos, sus ofensas y sus pisoteos. Ellos, a base de acostumbrarse y de reiteración se la acaban creyendo, acaban comprendiendo y justificando al malhechor. Todo el mundo —incluso ellos mismos—, todo el mundo, podrá tener la culpa, menos los secuestradores. Los secuestradores no, por favor.
CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO.
Plaza de Toros Monumental Plaza de Toros México. Lleno.
29 de enero de 2024: tarde templada, fresca al ocaso y con importantes rachas de viento únicamente en el sexto toro.
6 TOROS DE TEQUISQUIAPAN de presencia desigual: con kilos, pero sin trapío; con poca casta y nulo poder; de pelea discreta en varas; de los cuales sobresalieron por su toreabilidad el lote de Joselito Adame (1° y 4°). 1° ‘Aceituno’, con 589 kilos, tuvo kilos pero sin remate en su trapío, negro entrepelado paliabierto, con movilidad y profundidad en la embestida pero sin humillación (palmas); 2° ‘Ministro’, con 522 kilos, negro entrepelado y bragado, bien puesto y bien presentado, manso (silencio); 3° ‘Seda Negra’, con 562 kilos, negro entrepelado, bragado y delantero, literalmente parado y sin ninguna opción de lucimiento, fue muy protestado para su devolución (pitos); 4° ‘Pelea de Gallos’, con 532 kilos, negro entrepelado cornicorto sin trapío, con clase en la embestida pero sin fuerza ni poder (silencio); 5° ‘Tortolito’, con 590 kilos, negro entrepelado, manso sin fondo (silencio); 6° ‘Mar de Nubes’, con 547 kilos, cárdeno, falto de fondo y bravura (palmas tras ser devuelto a los corrales).
Joselito Adame; de verde hoja y oro: pinchazo recibiendo, dos pinchazos, dos estocadas tres cuartos y tendidas, descabello (silencio tras aviso) y pinchazo, pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio).
Diego Silveti; de verde botella y oro: pinchazo al encuentro y estocada delantera (saludos en el tercio) y pinchazo y entera (silencio).
Andrés Roca Rey; de verde bandera y oro: dos pinchazos y seis descabellos (leves pitos) y tres pinchazos, entera y cinco descabellos (bronca tras tres avisos).
INCIDENCIAS:
Se partió plaza 15 minutos después de la hora anunciada. El primer toro salió cerca de las 17:00 horas.
La banda de música amenizó con pasodobles la antesala de la corrida desde el albero y continuó allí durante el paseíllo.
Tras partir plaza los tres matadores saludaron en el tercio.
Sobresalió en la brega Diego Martínez en el primero de la tarde.
El encierro de Fernando de la Mora fue anunciado con el hierro de Tequisquiapan.
Cerca de un centenar de antitaurinos hicieron actos de vandalismo en las afueras de la plaza; pintaron paredes, escalaron las rejas y agredieron a algunos aficionados que buscaban entrar a la plaza. Hasta el momento de la publicación no existe parte alguno de las autoridades ni de la empresa sobre detenidos y/o personas atendidas en los servicios de salud.
*Fotografía cortesía de La Plaza México.